lunes, 24 de agosto de 2009

Éste podría haber ganado, pero nunca trajo los centavos

Fui en busca de los epígrafes de mi biblioteca y ante la imposibilidad de elegir uno acá van los que más me gustaron:

De Jorge Enrique Martí. Poetas. Eduner, 2004.
A falta de uno, son tres los epígrafes que tiene el libro y a cada uno le encontré un buen motivo y creo que juntos forman un epígrafe imbatible:

El recuerdo es la sombra de la vida.
Enrique Banchs.

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Jorge Luis Borges

Hablo el lenguaje universal del arte, pero con tonada entrerriana.
Carlos Mastronardi

Banchs aporta la poesía, Borges el prestigio y Mastronardi la entrerrianía.
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De Arturo Carrera. Potlatch. Interzona, 2004.
Una vez cuando era muy pequeño, había conseguido una moneda de diez centavos y tenía muchos deseos de dársela a una vieja mendiga que solía apostarse entre las dos plazas. Ahora bien, me parecía una cantidad inmensa de dinero, una suma que probablemente ningún mendigo había recibido jamás, y por tanto me avergonzaba hacer algo tan extravagante a la mendiga. Pero de todos modos tenía que darle el dinero; cambié la moneda, le di un centavo a la vieja, luego di la vuelta entera a la manzana de la Municipalidad y de la arcada, volví a aparecer como un nuevo benefactor por la izquierda, volví a darle un centavo a la mendiga, me eché nuevamente a correr y repetí dichoso diez veces la maniobra. (O tal vez menos, porque creo que en cierto momento la mendiga perdió la paciencia y desapareció.) De todos modos, al final me sentía tan agotado, también moralmente, que me fui corriendo a mi casa y lloré hasta que mi madre me repuso los diez centavos.
Ya ves, tengo mala suerte con los mendigos, no obstante me declaro capaz de entregar toda mi fortuna presente y futura, cambiada en los billetes de menos valor, a una mendiga junto a la Ópera, siempre bajo la condición de que tu estés a mi lado y que yo pueda sentir tu proximidad.
Kafka

A ver... podría decir que la anécdota (más que epígrafe) debería piantar un lagrimón al que lo lea, o una sonrisita bonachona en señal de ternura o la más increíble repulsión (en el caso de tratarse de alguien avaro) y ese fuera el motivo que me decidió a incluirlo. Sin embargo, el verdadero motivo es que mi intención era conmover al jurado por tomarme el trabajo de copiar todo eso y además agregar que el libro lo compré en la Correveidile (una suerte de soborno encubierto). En todo caso, para evitar sospechas, podría imitar a Kafka y pasar todos los días a dejarles un centavo si eso me hace acreedor del premio.
Francisco Vanrell
PD: El centavo es negociable.

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